Libertinaje como una vorágine espléndida que revoluciona mi conducta (o reafirma la revolución interna y constante, como diría un tipo célebre que se encuentra a tu izquierda).
1. Últimamente me encuentro sin ningún tipo de restricciones (a esta altura el único factor que me condiciona es el sueño), cada vez menos cuestionamientos y lo que es mejor, con una gratificante sensación de plenitud debido a la ausencia de una estúpida razón que justifique en algún punto una suerte de intransigencia posible en cuanto a mis reacciones ante los días, las horas, los hechos cotidianos que se me estacionan por delante.
2. Palabras más, palabras menos, todas son como escupitajos espontáneos en tiempos de garganta con arena (la inusual miscelánea de emociones también produce una especie de tolerancia milagrosa: hasta te cito una frasecita célebre, Cacho), e incluso siento un cariño profundo por mis ex (es un cariño fraternal basado en recuerdos y no en las personas hoy, presente inmediato, aclaro para evitar escepticismos), de hecho, en la madrugada del sábado abracé con muchas fuerzas a uno de ellos. Fue una emoción inexacta cuyo adjetivo ideal probablemente encontraría si me pongo a pensar durante algunos minutos, pero la verdad es que no fue algo tan maravilloso como para usar el tiempo que eso implicaría en lugar de seguir con El coronel no tiene quién le escriba.
3. No hay nada mejor que gritar. Por lo general, mis gritos llenos de iras y frustraciones y el llanto van de la mano. Pero sin lugar a dudas, es mi mejor antiséptico.
La misma madrugada le di uso y a pesar de que la situación que llevó a implementarlo pudo haber sido un gran traspié en mi noche, no me arrepiento. No me siento arrepentida por hablar de más, porque la abundancia es mejor que la carencia. La carencia es jodida, es la duda, es el ¿Pude haber hecho más? ¿Alcanzará?. En cambio, la abundacia (que si bien está repleta de contras y consecuencias de hastío por redundancia desmedida) es un camino seguro. Es el parche anti dudas, es vaciarse por completo.
Para que guarden, para que archiven (las cumbias siguen sonando como hace ocho años atrás).
Es como saludar a todos los parientes de tu amigo ¿Es necesario? ¿Quedo mal si no los saludo? Saludar al tío, la tía, el primo, la novia del primo, la nona, la hermana de la tía y la prima de la nona, ¿Es soberanamente de mal gusto y superfluo por donde lo mires? Por las dudas, siempre saludás a todos. Total, ni te conocen.
4. Las señales de mis ya no tan pares son algo ambiguas. ¿Consternada? ¿Afligida? Sonrío y así les comunico en su mismo idioma, siempre carente de nitidez.
(Marche el trago que más les guste y brindemos por lo que fuimos, ésta vez pago yo y prométanme que no nos vamos a volver a cruzar a no ser que las circunstancias nos obliguen. El Camacho me provoca serias ganas de vomitar, ¿Es que ni siquiera podemos brindar por última vez? Ay lindas, nunca pudimos congeniar de la manera que hubiera querido)
5. Nunca había descubierto lo lindo que se siente tocar con papá. Algo tan nativo ignorado durante tantos años, calculo un cincuenta por ciento de falta de motivación para llevar el bombo al luthier y el otro cincuenta por falta de confianza, conexión y soltura entre ambos.
La chacarera le sienta bien al viejo. Era tan infantil en su expresión de regocijo, tocando y cantando, que yo me sentía de más. Satisfactoriamente de más.
L.
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*Éste escrito corresponde al día domingo 21 de marzo de 2010, está fechado en 15 de marzo porque empecé a escribirlo ese día.
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