La suela está embarrada, el tiempo es veloz, las curvas terminan rompiendo la monotonía, tu anatomía está al borde del colapso. Lo sé porque me lo dijeron, porque la constante es tu predilección hacia lo ajeno, lo burdo, lo falaz. Costumbre sencilla de manejarte escurridizo, zafás y eso es llamativo por donde se quiera asumir, prácticamente irreproducible, pero muy poco envidiable.
Nadie te conoce más (estoy tan segura de eso, como cuando supe que nos íbamos a volver a ver), tu yo tan proclive a enredarse, kamikaze y destructivo, ignorando que el bocho no te da loco, que no sos lo que pensás. Basura, basura, basura, yo soy más que vos, mucho más. Yo te conozco, y no lo podés cambiar.
(Escrito hace muchas -muchas- noches atrás. Cuánto rencor en vano, qué libre interior presente inmediato amor amor amor ojalá que estés bien, aunque me odies y nunca vaya a saber por qué carajo)
L.
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