miércoles, 30 de junio de 2010

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¿Será verdad que en nuestra época ya no hay pecados sino meras transgresiones? ¿Que el perdón no existe y que ya no nos queda más remedio que rechazar la culpa y el remordimiento para sumirnos en el vacío? El amor moderno, ¿Será tan complejo que ya no admite una sola línea de acción, una incógnita, un misterio? ¿Puede seguir siendo, como se consideró alguna vez, de una sola pieza, refractario, indivisible y siempre fiel? ¿Cuántos vértices tiene el amor? Esos mismos vértices muchas veces nos lastiman y a la vez lastiman a los que amamos y, sin embargo, los agradecemos porque son los que nos hacen sentir y nos hacen vivir. ¿Pero es posible hablar de amor? ¿Se puede ser tan cínico o tan ingenuo como para decir "te amo" con total impunidad? ¿Hay alguien que logre vivir una gran pasión que no parezca un remedio insulso de una vieja película en la que ya nos sabemos de memoria todos los parlamentos?

La enormidad de la ciudad nos permitiría llevar dos y hasta tres vidas paralelas e independientes sin que una se cruzara jamás con la otra
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Los recuerdos de nuestras emociones se van quedando por ahí: algunos de manera natural y espontánea, otros, muy pocos, buscamos rescatarlos y preservarlos; la mayoría se abandonan o se desgastan, se marchitan, se rompen, se tiran a la basura, y muchos de ellos están ahora totalmente ausentes, perdidos para siempre de nuestras vidas, olvidados. Y si por alguna de esas casualidades viven, sólo reposan en la oscuridad de nuestros limbos y ni siquiera se alteran cuando tiramos al piso un poco de sal.
Y nos deshilachamos, nomás. "Que no sea durante la época de lluvia", me dijiste. Pero ese día llegó, e irónicamente, llovió.
Es raro, cómo uno puede odiar lo que antes adoró. Pero el momento de la adoración. ¡Ah, eso sí que no tiene precio!
¿Qué pasó de nuevo en tus días, después de mí? ¿Lograste ser fiel, constante, libre? Libre siempre fuiste más adorable. Muy contradictorio que le hayas temido tanto a la libertad cuando nunca te la negué, supongo que es una clara manifestación del vicio de la carencia, el anhelo del imposible y el desprecio por lo cotidiano y perdurable. Pero, ¿En qué consiste la infidelidad? ¿Anhelo de venganza? ¿Insatisfacción con uno mismo? ¿Falta de inventiva? ¿Incapacidad para iniciar nuevas vidas a partir de lo que uno tiene? No. Es una simple forma de subversión.

Y hoy, el único argumento de esos días son unos boletos, un profiláctico sin abrir y una cinta de raso vieja, escrita y arruinada.

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