domingo, 25 de julio de 2010

¡Indignación! Me cansé, me cansé y me cansé.

¿Cuán fina es la brecha que separa la convicción ferviente del dogmatismo recalcitrante?
¿Cuántas esquinas habrá que doblar hasta conseguir todas las respuestas que buscamos?
¿Se puede saciar la curiosidad, el anhelo de saber y descifrar cada enigma o cada conflicto de la vida cotidiana?
¿Por qué nos urge la necesidad del sentido de pertenencia cual vicio destructivo, para volvernos casi impersonales, cortados con la misma tijera, usando el mismo patrón?
¿Tan difícil es romper con los cánones culturales ?
¿Por qué recurrimos al ser violento, en lugar de la mediación?
¿Por qué recurrimos a la retórica, en vez de hacer uso de argumentos previamente analizados, masticados y asimilados?
¿Cuándo llegará el día en que podamos desesquematizar los niveles de la autodeterminación, o bien, escribir frases sin sentido, como ésta?
La respuesta no está soplando en el viento, mi querido Bob. Está más allá de una conclusión apresurada o una fórmula matemática que a priori nos revele algún número mágico, una clave, una regla universal.

Me cansé de la sociedad y sus mambos tan jodidos, me cansé de la gente que disfruta de las malas vibras, que toma café en pocillos ridículos recreando la tan trillada fotografía del barcito en Tolouse o Vileneuve-d'Ascq porque es digno de contar, o bien de los que usan Ray-Ban's porque es un cliché moderno y cool, me cansé de que en los canales de televisión predominen diálogos acerca de los mil y un fetichismos sexuales excéntricos y la frecuencia del aseo de un pseudoluchador de 200 kg en lugar de la cantidad de proteínas que hacen falta para que los pibes puedan pensar o bien (ya que estamos tratando el ámbito cuantitativo) la cantidad de materias que le hacen falta rendir a nuestro gobierno para recibirse de Nacional y Popular (etiqueta que no se entrega por decretos ni en honoris causa). Podré ser clasista, prejuiciosa, catastrofista, pero la verdad es que ya me cansé de los eufemismos y las caretas, vivamos como seres humanos y no como productos. Ni siquiera llegamos a eso: vivimos como envases vacíos de dichos productos.


L.

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