sábado, 7 de agosto de 2010

¡Mira mi soledad...!

Querida,
ven a mi que estoy sufriendo
ven a mi que estoy muriendo
en esta soledad
en esta soledad
que no me sienta nada bien....ven

Hoy en día nadie llama a sus mujeres por "querida", y también vale aclarar que nadie muere por amor, pero sí sufrimos como perros (y hablando de perros quiero hacer una pausa para redactar que el hijo de mil puta que violó a mi perrito es un cerdo, desperdicio total de oxígeno y materia viva, además de desagradecido, y lamentablemente ser parte de mi familia -sí, no voy a prescindir de semejante dato-. Alberto, sos repugnante) y malgastamos carilinas. Aunque a veces pienso que la soledad no está tan buena. Se extraña tener a alguien en mente (y enfatizo el "se extraña"), y aunque la joda viene después y los dramas nos hacen querer cortarnos las venas con una Cerealita, es parte del proceso. Ya sé, estoy naturalizando lo injustificable, pero justamente la culpa la tienen los que nos plantaron en el telencéfalo que el amor está plagado de arcoiris, aves cantantes y angelitos culones, puras patrañas. El amor no trata de almas gemelas, ni destinos escritos. Hay que entender que el amor está constituido nada más que por las relaciones, costumbre, la mecánica de la calentura, reacciones y efectos, ensayo y error. A excepción de la naturaleza, el mundo se forjó a través de las relaciones humanas. El dolor es todo psiquis, la falta de sueño y el llanto es soma pura. Y repito, nadie muere por amor. Porque por más afecto que haya, cuando dos humanos no congenian, ya está. Si va más allá, es cuestión de psicópatas o cobardes, porque siempre hay opción. Siempre hay ayuda.
Y me brotó esto así, como si nada, porque al encontrarme tan sola me puse a recordar historias pasadas (fracasadas y no tanto), y personas que me gustaría volver a ver.

Para ustedes, hombres que pasaron por mi vida, les dejo este clásico que seguramente habrán bailado en algún que otro casamiento o joda familiar de esa índole en los años de la convertibilidad y créditos jugosos (y usureros a espaldas de los miles que entraron en la movida).



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